Mientras Rosario entraría esta semana en el nivel de evacuación, la ciudad capital de la provincia continúa sufriendo los daños de la inundación. Falta de previsión, pobreza estructural, lógicas habitacionales expulsivas y un pronóstico climático poco alentador, son el combo que pone en jaque a los sectores más vulnerables de la población ribereña santafesina.
Con 20 mil personas refugiadas, de las cuales 700 habitan territorio santafesino, la zona litoraleña y norte del país atraviesan la crecida más importante de los últimos 60 años. El incremento concomitante del caudal de los tres principales ríos sacó a flote nuevamente la desidia y la impunidad. Planes estratégicos que no llegan, evacuados en condiciones inhumanas y el agua que vuelve a llevarse todo.